Mi padre alemán, Ricardo
Dudda, Libros del Asteroide, 2023, 213 págs.
Existe una tradición en la
historia de la literatura de obras sobre la relación del autor con su
progenitor. Podemos citar entre ellas a las Cartas
al padre de Franz Kafka o la más reciente Saturno de Eduardo Halfon, pero son muchos los libros que ofrecen
desde la perspectiva del hijo la imagen un hombre que se convierte, por motivos
obvios, en un modelo fundamental en la vida del escritor. No siempre son
sencillas estas relaciones, los dos casos citados están protagonizados por
progenitores especialmente duros y severos, pero son interesantes para indagar
en cómo se construye la masculinidad por imitación. Afortunadamente para él, el
padre de Ricardo Dudda no fue un modelo tóxico y la relación entre ambos es
cordial; sin embargo, la peculiar vida de Gernot Dudda convence a su hijo para contar
su historia en este interesante libro.
Se suele
utilizar con demasiada frecuencia el sintagma “vida de película”, pero la del
protagonista del libro realmente hace honor a esta expresión. Nacido en 1940 en
Prusia Oriental, con cinco años debe abandonar su ciudad natal ya que esta pasa
al final de la Segunda Guerra Mundial de ser alemana, como la mayoría de sus
habitantes, a polaca. La familia Dudda comienza entonces un exilio que los
llevará primero a la que pronto sería la Alemania Democrática para establecerse
finalmente en Essen, en la Alemania Federal. Parece que esta vida itinerante de
sus primeros años caló en el espíritu de Gernot que, tal y cómo cuenta su hijo
en el libro, emigra a España (en un movimiento contrario al que hacían en esos
años sesenta miles de españoles) y se establece en Burgos. Su vida en nuestro
país está llena de cambios de domicilio, de empleo, hasta convertirse en un
publicitario de éxito en los años noventa, y también de pareja. Cuando Ricardo
entrevista a Gernot para reconstruir su vida, este es ya un octogenario que se
ha establecido en la costa murciana.
Ya esta existencia
itinerante sería suficientemente relevante para justificar la lectura de Mi padre alemán, pero el autor va más
allá y convierte el libro en una obra notable. Lo hace, en primer lugar, con su
sagaz indagación sobre la personalidad de su padre, que describe al detalle
(desde sus gestos hasta su alimentación pasando por su relación con la religión
y la música o su peculiar forma de hablar castellano), y sobre las posibles razones
de algunas lagunas en su historia (Gernot se niega a hablar de su primera
mujer). Otro elemento fundamental en la reconstrucción del mito familiar es el
descubrimiento por parte de Ricardo de que probablemente su abuelo participó
activamente en la limpieza étnica nazi, algo que desconocía Gernot hasta ese
momento.
La participación de la familia
Dudda en la Segunda Guerra Mundial es uno de los ejes del libro ya que pasan de
verdugos (son alemanes y el padre de Gernot es policía) a víctimas (deben
abandonar aprisa su casa ante el avance del ejército rojo y se convierten en
refugiados). Ricardo, desde pequeño, acompaña a su padre cuando este vuelve a
algunos de los escenarios de su infancia, en un proceso muy similar al que
realiza Eduardo Halfon, autor cuyo ciclo sobre su familia judía puede servir
como espejo de este libro. De hecho, hay una escena muy similar en ambos
autores cuando visitan la casa que sus familiares abandonaron en la actual
Polonia (una por el Holocausto, la otra por la inminente llegada de los rusos)
y que ahora, como es lógico, ocupa otra familia. Curiosamente, en el libro de
Dudda hay también un boxeador polaco, personaje fundamental en el ciclo de
libros de Halfon.
En definitiva, un libro de gran
interés sobre las relaciones paterno-filiales y sobre el concepto de víctima
con la convulsa historia de Europa como telón de fondo.