Mujeres en la oscuridad, Ginés Sanchez, Tusquets, 2018, 590 págs., 20€.
Emanan una atracción magnética, al menos para mí, las películas en las que los protagonistas emprenden un camino que estructura el relato. Las llamadas road movies nos proporcionan un hilo conductor tangible como es la carretera y una energía cinética que provoca que este tipo de films raramente aburran al espectador. Mujeres en la oscuridad sigue, en una de las cuatro tramas paralelas que se van sucediendo a lo largo del libro, este esquema que Ginés Sánchez, con su habitual oficio, maneja con maestría.
Esta road movie constituye, cronológicamente, el final de la historia que el libro narra y nos muestra a tres mujeres que apenas se conocen, Julia, Tiff y Miranda, en una huida constante. Aunque el lector tarda en enterarse de lo que ha sucedido para que esta especie de Thelma y Louise impar hayan tenido que abandonar la ciudad en la que viven, desde el comienzo se observa que existe un peligro que las acecha y que acaba provocando la unión entre las que al comienzo del libro son casi unas desconocidas. A medida de que los capítulos van pasando, las tres mujeres van conociendo mejor los lazos que las unen y los motivos de que varios hombres poderosos quieran hacerse con el misterioso paquete que transportan. En los últimos capítulos, una vez que la madeja de sus pasados se ha desembrollado, la acción se hace más trepidante y las protagonistas, que se han convertido en compañeras a estas alturas del libro, se tienen que enfrentar a su destino.
Antes, y mezclándose con los capítulos de la huida, hemos ido conociendo la historia de Julia, de Tiff y de Miranda. Aunque la sección en la que las tres están juntas es la más llamativa del conjunto por la tensión de la situación, estos capítulos forman el esqueleto de la novela y explican las complejas intrigas que han provocado la huida de las protagonistas y que desembocarán en el desenlace.
La mayor de las “mujeres en la oscuridad” es Julia, una fría catedrática de Derecho que contrata a jóvenes prostitutos con los que corta su relación cuando considera que comienza a implicarse emocionalmente. Su habitual autocontrol desaparecerá cuando se encuentre con Christian, un antiguo alumno que ahora ejerce la prostitución. En el embrollo en el que se verá metida junto a las otras dos mujeres tendrán mucha importancia su hermano Gaspar, un amigo, el escritor Felipe Gedeón, y su antiguo amante, el decano Amadeo Fuster.
Miranda es más joven que Julia y desempeña un trabajo muy diferente al de la profesora: es prostituta. Sin embargo, algunos de sus clientes son gente poderosa que pertenece al círculo íntimo de Julia y que estarán detrás de la huida de las mujeres. La dureza de su trabajo, que le permite enviar dinero a su familia en Colombia, hace de Miranda una persona descreída, aunque bajará la guardia cuando conozca Fausto, un pintor que, en principio, parece muy diferente a sus clientes habituales.
El trío lo completa Tiff, una joven en cuyo círculo de amigos se encuentra Christian y que también tendrá motivos para huir por culpa de una tormentosa relación con una chica. Además, Tiff está implicada en la trama principal por ayudar a su vecino Jovan Benes, un antiguo poeta que desea vengarse de un compatriota que vive también en la misma ciudad.
Reseña publicada en El Noroeste: