Un viaje llamado vida, Banana
Yoshimoto, Satori, 2014, 200 págs., 17€.
Ejerce Japón una poderosa
fascinación en muchos occidentales. Sus tradiciones milenarias, la educación de
su gente, su proteica cultura, su gastronomía y su tecnología cautivan a muchos
europeos que idealizan el país y lo toman como un referente ético y estético.
Sin embargo, la literatura de esta nación oriental no se encuentra entre las
que mayor repercusión posee en España, salvo excepciones como el aclamado
Murakami o el premio Nobel Yasunari Kawabata. Por ello, es encomiable la labor
de la editorial asturiana Satori, que publica en exclusiva traducciones de
libros japoneses, muchos de ellos recientes.
Dentro de su colección
Satori Contemporánea, acaba de editarse este peculiar volumen de la exitosa
escritora Banana Yoshimoto, publicado en su versión original en 2006. Esta
peculiaridad a la que aludimos reside en la dificultad para ubicarlo dentro de
un cauce genérico concreto, algo que, seguramente, sólo nos preocupa a los
críticos literarios. Un viaje llamado
vida se mueve entre el diario, la crónica de viaje y el ensayo (así es como
lo define la autora en el epílogo) sin encajar en ninguno de ellos. La obra incluye
una serie de reflexiones y anécdotas de Yoshimoto ordenadas temáticamente en
tres secciones y escritas como a vuela pluma, con un estilo desenfadado y sin
afán de trascendencia.
La primera parte del
libro se centra en la temática del viaje, narrando historias o sensaciones que
percibe en las visitas a países extranjeros. Varios de estos fragmentos están
protagonizados por Italia, país con el que la autora posee una conexión
especial y cuya vegetación, gastronomía o estilo de vida destaca frente a la
japonesa. Es éste uno de los rasgos más atractivos del libro para el lector
español: la visión, desde una perspectiva oriental, de la cultura europea. Lo
mismo ocurre con los fragmentos sobre el país de la autora: se nos descubre un
Japón alejado del cliché turístico y en el que se echa en falta la sencillez de
los barrios de antaño frente a la vorágine actual de la capital tokiota.
Las otras dos secciones
ofrecen una panoplia de temas relacionados con la vida de Yoshimoto, de
especial interés para los seguidores de la escritora pero que, en algunas
ocasiones, no despiertan la atención del lector. Hallamos en estas páginas reflexiones
sobre la maternidad, sobre su estrecha relación con sus mascotas, referencias a
los restaurantes a los que acude, etc. Posee el libro cierto carácter impresionista,
justificado por la autora en el epílogo, que se matiza un tanto al unir textos
de similar temática pero que provoca que algunas de las anécdotas contadas
estén un tanto descontextualizadas o incluso repetidas. Este es el caso de la
historia sobre la camiseta de Benetton que compraron Yoshimoto y una amiga en
la India, que aparece contada tanto en la página 50 como en la 86.
En definitiva, Un viaje llamado vida gustará a los
aficionados a la cultura japonesa que, además, se sientan atraídos por las
reflexiones entre filosóficas y sentimentales de la autora. El libro está lleno
de sus pensamientos y sensaciones y a veces no logra evitar cierta cursilería,
lo que lastra bastante el conjunto de una obra que ofrece una visión original y
desprejuiciada del Japón de comienzos del siglo XXI, pero en la que echamos de
menos una mayor elaboración.
Esta reseña apareció en el periódico El Noroeste.