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domingo, 20 de febrero de 2022

Las niñas prodigio - Sabina Urraca


Las niñas prodigio, Sabina Urraca, Fulgencio Pimentel, 2021, 336 págs., 21€.


La novela es sin duda alguna el género más versátil de la literatura. Desde las formas más canónicas que se establecieron en el realismo decimonónico hasta las variantes más arriesgadas, el género que Cervantes llevó a la modernidad ha vivido innumerables variaciones que no han conseguido acabar con su vigencia sino, por el contrario, demostrar que acepta casi cualquier propuesta. Entre ellas podemos incluir la que propone Sabina Urraca en Las niñas prodigio, que si bien no se encuentra entre las más rupturistas, sí que apuesta por olvidar dos de los pilares de la novela más tradicional como son el orden temporal y la unidad argumental. 

Y es que el libro de Urraca se puede leer también como un conjunto de relatos en los que la autora va saltando cronológicamente desde su infancia hasta su presente, ofreciéndonos una novela fragmentaria o un volumen de cuentos de temática unitaria. Además del fragmentarismo, el ya citado componente autobiográfico es otro de los elementos definitorios del libro; aunque nunca se presenta como unas memorias y es difícil constatar la veracidad de las historias, sí que existen evidentes coincidencias entre la protagonista, una niña de origen vasca criada en Tenerife que se convierte en periodista, como la autora.  

Esta índole personal de las historias que se narran es uno de los aspectos que unifican los fragmentos del libro, que mezclan relatos de casi todas las épocas de la narradora, haciendo especial hincapié en la primera adolescencia. Los relatos centrados en esta época de la vida de la protagonista no evitan episodios escabrosos relacionados con el acoso de un pedófilo o el descubrimiento de la sexualidad junto a las amigas. La autora opta por relatar estas escenas desde la inocente y sorprendida perspectiva infantil en episodios que recuerdan los que desarrolla Andrea Abreu en Panza de burro, novela amadrinada por la propia Sabina Urraca y con la que esta posee ciertas concomitancias.  

Entre los personajes que reaparecen a lo largo de todo el libro destacan por su fuerza narrativa dos: Henri y Chori. El primero es un amigo de los padres de la protagonista que tendrá una turbia relación con las niñas del grupo de amigos, formado por vascos establecidos en Tenerife, y que reaparecerá más tarde en la vida de la narradora. Mucho más tierna aunque también algo perturbadora es la figura de Chori, un chaval de una aldea gallega con la que la protagonista mantiene una amistad epistolar. Tras unos extraños mensajes en los que Chori le asegura haber mantenido contactos con extraterrestres, ambos se conocerán en Madrid durante una etapa de la vida de la narradora marcada por cierto descontrol.

Esa niña inocente y soñadora que se limita a imitar el gesto final de Nadia Comaneci, porque es incapaz de realizar el resto del ejercicio, se convierte en una adulta que se retira durante un tiempo a la Alpujarra granadina a escribir este libro. Estamos ante un nuevo acercamiento al tema de las dificultades que debe afrontar una mujer al establecerse sola en el campo que también han tratado recientemente otras autoras como Sara Mesa en Un amor y Carlota Gurt en Sola. En el caso de la narradora de Las niñas prodigio también tendrá que enfrentarse a la soledad y a visitas inesperadas de la policía. Lo hará en un contexto bastante peculiar debido a la comunidad de hippies que habita el entorno de la casa donde se ha establecido.  


Reseña publicada en El Noroeste:



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