Los nombres impares, Álex Chico, Candaya, 2021, 18€, 252 págs.
Pocos autores
contemporáneos se han convertido en tan poco tiempo en verdaderos mitos como
Roberto Bolaño. En su biografía hay, además, una etapa que adquirió gracias a Los
detectives salvajes un aura cuasi mitológica: su juventud como poeta airado
en el México de los años 70. El grupo de poetas iconoclastas, juerguistas y
vanguardistas al que perteneció, los infrarrealistas, se convierten en
protagonistas de la novela bajo el nombre de los real visceralistas. Álex Chico
parte de la siguiente premisa en Los nombres impares: ¿es posible que un
anciano que vive solo en la Barcelona contemporánea sea Darío Galicia, uno de
los infrarrealistas desaparecido desde hace décadas?
El libro se nos presenta,
en su primera parte, como la investigación que lleva a cabo el narrador para
desentrañar el misterio que le ha presentado Ida, la chica que cuida del
anciano: ¿fue este misterioso y esquivo personaje un importante escritor en el
pasado? A través de los recuerdos que el hombre guarda en cajas en su casa, y a
las que accede de manera furtiva con la complicidad de Ida, el narrador llega a
la conclusión de que se trata de Darío Galicia. A la presencia en las cajas de
fotografías del México de los setenta se le añade el nuevo nombre que ha
adoptado el hombre: Damián Gallego, demasiado parecido al del poeta
infrarrealista como para ser una coincidencia.
Tras el emocionante
hallazgo, cree haber encontrado al escritor que Bolaño rebautizó en Los
detectives salvajes como Ernesto San Epifanio, el narrador se enfrenta al
dilema de cómo contar la historia. Por un lado decide realizar lo que en un
momento dado define como “novela de ensayo ficción”, por ser el género que
mejor se adapta a lo que desea narrar. Por otro, comienza a planear un
documental con Tomás, el cineasta amigo suyo con el que ha descubierto la
existencia de Damián y que lo ha acompañado en las incursiones en la casa de
este. El libro plantea, además, la pregunta de quién tiene el derecho a narrar
una vida. Los tres protagonistas (Ida, Tomás y el narrador) han comenzado el
proyecto de rescatar del olvido a un poeta sin tener en cuenta al propia
Damián. En la segunda parte del libro el anciano es por fin partícipe del
documental y escuchamos su voz mientras Tomás y el narrador lo graban en su
casa.
Además de estos temas relacionados con cómo contar una vida y la legitimidad para hacerlo, Los nombres impares propone otros dos asuntos que considero de gran interés. El primero sería el límite del compromiso del artista con su obra: a través de los manuscritos de Damián que el narrador consulta en las cajas de su armario y, después, de sus propias palabras, conocemos una biografía en la que la experiencia literaria fue vivida hasta sus últimas consecuencias y estas implicaron la enfermedad mental, la cárcel y la indigencia.
El otro tema está relacionado con esa mitificación de Bolaño y de los infrarrealistas que citábamos al principio. Damián le quita algo de prestigio a la figura del escritor chileno y a su grupo, que define como “ni detectives ni salvajes”. Además, el narrador se tiene que enfrentar, y esa será la clave del final de la novela, a la pregunta de si Damián Gallego es en realidad Darío Galicia o su obsesión por hallar a un autor maldito le ha llevado a fabular una historia por la necesidad de contarla.
Reseña publicada en El Noroeste:
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