Estrella distante, Javier Fernández y Fanny Marín (sobre la novela de Roberto Bolaño), Random House, 2018, 180 págs., 18€.
¿Qué hace que un escritor sea considerado un clásico? Desde luego todos estaremos de acuerdo en que lo primero y fundamental es que sea leído durante mucho tiempo. En segundo lugar, podemos añadir otros criterios más etéreos como su importancia en la historia de la Literatura, su carácter original o su calidad. Sin embargo, creo que existe en nuestra época un tercer criterio que debemos añadir para considerar a un autor como un referente y es que sus libros hayan inspirado a otros artistas, no sólo escritores, en obras posteriores. Este volumen, en el que Javier Fernández y Fanny Marín adaptan al formato de la novela gráfica una de las obras menores de Roberto Bolaño, viene a demostrar que la trascendencia del narrador y poeta chileno se mantiene intacta quince años después de su muerte.
Calificar de menor Estrella distante no es en absoluto un desprecio a esta novela, sino una manera de calibrar su impacto cuando la comparamos con esos monumentos narrativos que son Los detectives salvajes (1998) y 2666 (2004). Este libro no se puede entender sin las obras que la preceden y la suceden en la línea cronológica de las publicaciones de Bolaño y en el contexto en el que apareció. Tras varios años viviendo en Cataluña alejado de los focos del éxito editorial y labrándose una carrera jalonada por premios menores, aquel casi desconocido escritor latinoamericano publica en 1996 dos libros en Seix Barral y en Anagrama, dos de los sellos barceloneses de referencia. El primero de estos volúmenes fue el originalísimo La literatura nazi en América, una supuesta antología, en la estela de las que perpetraron décadas antes Borges y Bioy Casares, de escritores ultraderechistas del continente. Entre ellos aparecía un tal Carlos Wieder, que protagonizaría Estrella distante, la otra novela de Bolaño que apareció en aquel 1996.
La adaptación que Fernández y Marín han llevado a cabo es fiel al original, pero, obviamente, adaptándolo al lenguaje de la novela gráfica. Como es natural se prescinde de gran parte del texto original y se juega con él; percibimos un adelgazamiento extremo de la parte escrita, incluso si lo comparamos con otras novelas gráficas, mientras que se le otorga un mayor protagonismo a lo visual, para la que Fanny Marín emplea exclusivamente el blanco y negro. Aunque en esta reseña no calificaremos la calidad del dibujo, por desconocimiento de este arte no porque no nos haya encantado, podemos señalar varios aspectos destacados de las ilustraciones como el cambio en el tipo de trazo en la historia de Petra o el carácter desdibujado que siempre tienen los retratos de Wieder, acorde con su misteriosa personalidad.
En cuanto al guion, Fernández, especialista en la obra de Bolaño y vinculado desde hace años al mundo del cómic, nos ofrece desde la perspectiva del alter ego del escritor chileno, Arturo Belano, la errática trayectoria de Wieder. Comienza con su asistencia, bajo un nombre falso, a un taller poético en el Chile de Allende y la creación de artefactos poéticos en el cielo cuando se descubre que es piloto militar. Tras una exposición fotográfica en la que sale a la luz su sádico carácter, Wieder desaparecerá durante años aunque tiempo después un detective le seguirá la pista a través de sus publicaciones en extraños fanzines europeos. Este peculiar artista comparte protagonismo con otros personajes que el joven Belano/Bolaño conoce en los talleres poéticos, como sus profesores Soto y Stein y sus compañeros Bibiano y las hermanas Garmendia. Este grupo literario se verá sacudido por el golpe de Estado tras el cual conocen la verdadera identidad de Wieder.
Reseña publicada en El Noroeste:
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