La vida imposible, Eduardo Berti, Páginas de Espuma, 2014, 16€.
La lectura de un libro de
microrrelatos tiene unas peculiaridades que la hacen distinta a la del resto de
géneros narrativos. Al tratarse de relatos de una extensión normalmente
inferior a una página, el lector tiene que entrar y salir constantemente del
mundo ficcional que plantea cada historia, algo que no ocurre con las novelas o
con los cuentos. A la vuelta de cada hoja nos espera una trama diferente
protagonizada por personajes distintos y que nos depararán un final
desconocido. Por ello se suele aconsejar que la lectura de un libro de
microrrelato sea, al contrario de lo que se podría esperar, lenta y espaciada
en el tiempo, o por el contrario acabaremos un tanto saturados por la cantidad
de historias que se suceden en pocas páginas.
Eduardo Berti conoce bien
el género y emplea un recurso muy útil para que el receptor de la obra no se
canse de esa sucesión de mundos ficticios y encuentre cierta coherencia en la
obra completa. El centenar escaso de microrrelatos que componen este libro
giran todos en torno al concepto que adelanta el título: son historias sobre
hechos improbables, personajes extraños o proezas insólitas. Así, se nos cuenta
la existencia de una mariposa en la que se transforma en oruga y no al revés
(“Mariposa humana”); de un hombre que no tolera de ninguna forma ir vestido
(“Sin ropa”); de otro que queda embarazado aún siendo varón (“El hijo”); o de una mujer sin ombligo (“La última mujer”).
También comparten muchas
de las narraciones de La vida imposible
una estructura similar que apuntala esa sensación de unidad que Berti parece
buscar en la obra. El narrador comienza aludiendo a una nación o ciudad
concreta (Lituania, Montecarlo, Reikiavik) donde se ha producido ese hecho
singular que se explica durante el relato. En algunas ocasiones, el autor no
llega a desarrollar una trama, por mínima que sea, y se limita a narrar con
cierto estilo periodístico la peculiaridad del caso citado. Se trata de los
relatos menos logrados de la colección, ya que el lector espera un desarrollo
mayor de la historia que queda finalmente como una mera anécdota.
Entre los temas tratados
en los microrrelatos del libro, siempre desde la óptica de lo extraño, destacan
los relacionados con la creación literaria. Es éste un asunto habitual en los
libros de minificción y Berti lo incorpora muy acertadamente a su catálogo de
rarezas desde distintas perspectivas. Así, en “Los libros por venir” se sueña
con una biblioteca en la que los libros sólo apuntan un posible argumento para
que alguien lo complete; en “Bovary”
se utilizan todas las palabras del clásico de Flaubert para crear una nueva
obra; mientras que en “Un arco equívoco” un traductor crea un libro eligiendo
otra acepción, y no la lógica, de poemas o relatos en otros idiomas.
Termina el libro de Berti
con una sección titulada “Ramonerías” y que mezcla greguerías, aforismos e
incluso algún haiku. Son textos aún más concisos que los microrrelatos y que se
mueven entre las definiciones imposibles: “Un sonámbulo: un paseador de
sueños”; los juegos de palabras: “Los ateos rezan el padrevuestro”; y la
paradoja: “Un amor propio no correspondido”. Entre los dos centenares de
“Ramonerías”, encontramos esporádicamente, al igual que entre los
microrrelatos, textos que demuestran la maestría de Berti en las distancias
cortas.
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