Las manos, Miguel Ángel Zapata, Candaya, 2014,
264 págs, 16€.
A pesar de su abrumadora
presencia en los medios de comunicación, apenas destacan en nuestra tradición,
más allá de los siempre citados relatos de Roberto Fontanarrosa, obras
literarias sobre fútbol. Sin embargo, en esta primera novela del granadino
Miguel Ángel Zapata, la celebración de la victoria de España en el Mundial de
2010 actúa como la chispa inicial que prende la trama. Fabula Zapata con la
posibilidad de que durante la cabalgata de los futbolistas españoles por el
centro de Madrid a uno de ellos, el delantero Fernando Torres, se le escapara
la copa de campeón del mundo y ésta fuera robada antes siquiera de chocar el
suelo. Este inverosímil hurto provocará una historia paralela a la real en la
que encontrar el preciado trofeo se convertirá en una obsesión mundial.
Es aquí cuando Las manos se convierte en una suerte de
disparatada novela detectivesca, que nos llevará a seguir por todo el mundo
tras la ansiada copa a un madrileño, Mario Parreño, que ha sido testigo del
robo. El protagonista es una especie freak, amante del jazz y de las
conversaciones con su amigo Julio en el prostíbulo de su barrio, que se toma la
coincidencia de estar presente en la sustracción del trofeo como un mandato
divino para que sea él el encargado de recuperarlo. La creación de este
personaje es uno de los mayores aciertos del libro; sus rarezas y el hecho de
vivir bastante desconectado de la vida moderna lo convierten en un digno
epígono de Ignatius J. Reilly, el estrafalario protagonista de La conjura de los necios.
Tras dar con la pista del
robo en los bajos fondos de la capital madrileña, Mario persigue el dorado
trofeo por medio mundo, recorriendo ciudades y encadenando afortunados
acercamientos con desastrosos errores que lo llevan a perderlo y a encontrarlo
varias veces a lo largo del libro. Los métodos de nuestro excéntrico detective
se basan en la intuición, el convencimiento de que está destinado a encontrar
la copa y en el resultado de los dados que lanza cuando ha de tomar una
decisión importante. Ese peculiar procedimiento investigador lo llevan a
enfrentarse a situaciones para los que no está preparado pero que solventa con
una mezcla de fortuna y fe ciega en sus posibilidades.
Las rarezas del
protagonista, motivadas quizás por su personalidad o por el consumo continuo de
ansiolíticos, parecen influir también en la narración, que se aleja a menudo de
la linealidad y de la lógica. Posee el libro cierto carácter fragmentario, ya
que se mezclan conversaciones, trozos de textos de diversa índole (reproducidos
con tipografías distintas a la principal) o reflexiones del propio Mario. Todo
ello para lograr una perspectiva parcial de la historia narrada, algo que nos
lleva a dudar sobre la lógica interna de los razonamientos del protagonista y a
que existan algunos vacíos en su disparatado viaje tras la copa.
Tras varios volúmenes de
cuento y de microrrelato, Zapata aprueba la reválida de la novela con esta
humorística y disparatada historia detectivesca protagonizada por un personaje
poliédrico que se convierte en uno de los mayores logros del libro. Frente a la
creación del insospechado investigador Mario Parreño, la novela adolece de
cierta falta de intensidad en su parte intermedia, algo repetitiva, que sólo se
remedia hacia el final.
(Reseña publicada en El Noroeste)
(Reseña publicada en El Noroeste)
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