Martinete del rey sombra, Raúl Quinto, Jekyll & Jill, 2023, 176 págs, 17€.
Dice un viejo adagio que la historia la escriben los
vencedores. Las guerras, las conquistas o los choques entre pueblos o facciones
se nos narran desde la perspectiva de aquel bando que consiguió imponer su fuerza
y que acaba, también, imponiendo su relato. Esta ley es especialmente rígida
cuando el lado derrotado o maltratado está formado por personas alejadas del acceso
a la cultura o, incluso, a la alfabetización. Es lo que ha ocurrido en casi
toda la historia de España con el pueblo gitano, etnia que secularmente ha
ocupado un espacio marginal en la sociedad peninsular, lo que ha provocado que
siempre hayan aparecido como sospechosos o, directamente, culpables de
cualquier crimen.
La práctica ausencia de registros
escritos propios sobre el pueblo gitano determina la finalidad pero también la
configuración textual de ‘Martinete del rey sombra’. Raúl Quinto pretende sacar
a la luz uno de los tantos episodios vergonzantes que ha sufrido este grupo: la
Gran Redada de 1749. Sin embargo, la escasez de información provoca que los
gitanos acaben siendo personajes secundarios de una obra protagonizada por los
culpables de esta terrible persecución: Fernando VI y el marqués de la
Ensenada.
Con un estilo lleno de metáforas y
símiles, recordemos que Quinto posee una larga trayectoria como poeta, algo que
queda patente en su prosa, el autor nos ofrece veintidós capítulos a modo de
viñetas en las que se relatan, con numerosos saltos espaciales y temporales,
algunos de los episodios más significativos pero también simbólicos de este
intento de exterminio que llevó a cabo el ilustrado estado español del siglo
XVIII. Entre ellas destaca la segunda, la que describe la noche del 30 de julio
de 1749 en la que la Gran Redada dio comienzo. Son páginas muy líricas pero
también de una gran dureza en la que el lector asiste a la violencia del asalto
de los soldados a las casas de los gitanos y al desamparo de estos. Se trata de
una noche que remite irremediablemente a la que sufrirían casi dos siglos
después los judíos en Alemania, pero que emparenta también con el “Romance de
la Guardia Civil española” de García Lorca.
A partir de ahí acompañamos la
penitencia de un pueblo que no ha cometido otro delito que el de ser “el otro”.
Las autoridades separan a los hombres de las mujeres y los niños pequeños,
empleando a los primeros prácticamente como esclavos en los astilleros de Cádiz
o Cartagena con el fin de actualizar la anticuada flota militar española. Por
su parte, las mujeres y los bebés son aislados en distintos espacios en los que
deben sobrevivir entre la miseria y la desorganización de los gobernantes, que
nunca saben qué hacer con este pueblo indomable. Quinto espiga los pocos
testimonios escritos sobre el pueblo gitano para reconstruir su nebuloso origen
y su sufrimiento durante este intento de genocidio.
Mucho más documentados están los
pormenores de la política española de la época y las biografías de los
responsables de la Gran Redada, que fue ideada por el obispo Vázquez Tablada,
organizada por el marqués de la Ensenada y sancionada por el rey Fernando VI.
Son estos dos últimos los personajes principales del libro, que penetra con
sagacidad en sus respectivas personalidades, tan diferentes como sus orígenes. Ensenada
aparece como un político habilísimo, de cuna menos noble que la de sus
competidores, pero con un don de gentes que lo convirtió en el hombre más
poderoso del reino. Fernando VI es retratado, por el contrario, como un rey
débil, acuciado por las intrigas palaciegas y que solo obtiene apoyo total en
su esposa, cuya muerte acabará con su ya precaria estabilidad mental.
Al igual que el pueblo que la
protagoniza, del que según se cuenta probablemente se mezcló con los moriscos
en algún momento de la historia de España, ‘Martinete del rey sombra’ es
mestizo, un híbrido entre varios géneros. El ya citado tono lírico que poseen
muchos de los fragmentos atraviesa unas páginas que se mueven casi siempre
entre lo factual y lo inventado, entre la historiografía y la novela. Quinto se
ha documentado profusamente para reconstruir todas las piezas de esta historia,
tal y como queda consignado en la nota final, donde cita las obras de varios
historiadores que le han servido de apoyo bibliográfico. Es especialmente
palpable esta veta ensayística del libro en los vericuetos de la alta política
del siglo XVIII que se nos desgranan en varios de los episodios, pero también
en el capítulo titulado “El largo pueblo de los caminos”. En él se nos narran
las principales hipótesis, nunca confirmadas, sobre el origen del pueblo
gitano; su posible germen en la expulsión que sufrieron en la lejana ciudad de
Kannauj, situada en la India, y el nomadismo que desde entonces fue su sino parecen
explicar su carácter errante.
La naturaleza más ficcional del
libro se observa en aquellos sucesos sobre los que existen menos datos o en los
que se quiere mostrar una cercanía que la historiografía no suele ofrecer, como
ocurre con algunos de los capítulos dedicados a Ensenada o Fernando VI.
Especialmente palpable es esta tendencia en el relato de las vicisitudes
sufridas por los gitanos durante los años que siguieron a la Gran Redada, donde
se mezcla la poca información disponible con una reconstrucción novelada de los
hechos. Un ejemplo de ello lo encontramos en el capítulo sobre la reclusión de
las mujeres y los niños pequeños en la casa de misericordia de Zaragoza; allí
asistimos a cómo las indomables gitanas se rebelan continuamente contra sus
carceleros o intentan, a veces con éxito, huir de lo que no era otra cosa que
un presidio.
‘Martinete del rey sombra’ es, en definitiva, un libro necesario, que
con su pulso literario nos sumerge en un suceso casi desconocido y vergonzante
de nuestro pasado. Raúl Quinto arroja luz sobre un intento de exterminio que ha
ocupado demasiado tiempo las sombras de la historia de España.
Reseña publicada en La Verdad:
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