Videoclub, Aarön Sáez, La Fea
Burguesía, 2021, 120 págs., 12€.
Un síntoma inequívoco de
que has dejado atrás la juventud es el hecho de que tu generación comience a
cultivar con fruición la nostalgia. Supone este ejercicio que épocas pasadas de
tu vida, la infancia y la primera juventud
normalmente, ya están a varias décadas de distancia y son percibidas con
esa óptica positiva que los recuerdos colectivos adquieren en los adultos. Es
lo que nos ha ocurrido en los últimos años a los nacidos en la primera mitad de
los 80, que comenzamos a idealizar aspectos de nuestra vida que a principios de
los 90, cuando éramos unos críos, nos parecían de lo más anodino: como los
videoclubes.
Es este espacio el que
elige Aarön Sáez como símbolo de su infancia por el claro componente
generacional que posee: en primer lugar, por la importancia que tenía para los
niños y adolescentes de aquella época como espacio donde abastecerse de
películas, videojuegos y chucherías. Y, en segundo lugar, por la práctica
desaparición de este tipo de tiendas, que quedarán para siempre, salvo
resurgimiento vintage en los próximos años, asociados a su época de
esplendor: las últimas décadas del siglo XX.
Y es que lo primero que
llama la atención de Videoclub es su reivindicación sin tapujos de esa
nostalgia reciente y poderosa por los primeros años 90. El autor llena el libro
de referentes de la cultura pop de su generación (programas de televisión,
competiciones futbolísticas, películas) y construye una historia con un pie en
el presente y con el otro en un idealizado pasado de meriendas y videojuegos
con gráficos poligonales. El espacio donde convergerán pasado y futuro será el
Teka, el videoclub noventero que el inefable David, el protagonista de la
novela, querrá reconstruir, más que como un negocio como un museo de un pasado
que echa de menos.
Este planteamiento
desenfadado del libro, que sigue las peripecias que vive el protagonista
ayudado por sus amigos y familiares para abrir el videoclub, esconde una
lectura mucho más seria. Y es que David es un treintañero sin oficio ni
beneficio, un nini, que parece querer volver al pasado porque el presente no le
satisface. Representa a esos jóvenes que no han alcanzado sus objetivos vitales
y que se ven anclados en casa de sus padres sin posibilidad de emanciparse.
Además, Sáez sorprende
con una variedad de registros asombrosa en una autor novel y en una novela tan
breve y, aparentemente, ligera. Algunos capítulos tienen un carácter casi oral,
otro refleja un grupo de Whatsapp de los amigos de David o reproduce minuto a
minuto la mañana del protagonista o se componen únicamente de diálogos de los
personajes o usan el formato epistolar. Además de las numerosas referencias a
los años noventa, el autor emplea el recurso de la hipertextualidad: imitar el
estilo del texto que toma como fuente. Es lo que hace, por ejemplo, en el
capítulo que reproduce un programa del concurso Un, dos, tres, responda otra
vez. También emplea algunos giros de la trama habituales en las comedias de
Hollywood de los ochenta y noventa, como descubrir que lo que se cree vivir se
está soñando, viajar al pasado o que un misterioso personaje aparezca en la
tienda.
En definitiva, Videoclub
es una interesante novela cuyo envoltorio pop no debe ocultarnos su variedad
compositiva y que retrata la infancia de esa generación a la que le parece una
gran idea visionar en bucle el Mundial de Fútbol de 1994.
Reseña publicada en El Noroeste:
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