Ronda de solos, José Luis Carrasco, Boria, 2020, 112 págs., 14€.
La mayoría de las novelas
hacen un uso abundante del resumen o de la elipsis para intentar abarcar en sus
tramas el mayor tiempo posible. Parece que la trascendencia de un relato solo
se puede lograr si relata una historia que se desarrolla en un lapso temporal
amplio. Por ello, se agradecen textos como este Ronda de solos que, por
usar una terminología musical que emparenta con su argumento, emplea un tempo
muy lento para contar apenas dos días en la historia de su protagonista.
Estamos, pues, ante una novela corta que avanza como un adagio, a un ritmo
lento y en el que el narrador abunda en las pausas narrativas.
El texto comienza con una
situación conflictiva que se relata en el primer capítulo, titulado
significativamente “Exposición del tema”. Un músico de jazz que acaba de
aterrizar en Asturias para dar un concierto al día siguiente, pierde (o más
bien, sufre un robo) su saxofón mientras recoge el resto de su equipaje. Lo que
en manos de otro escritor desembocaría en una trama trepidante en la que se
sucederían las peripecias del saxofonista para encontrar su instrumento u otro
que lo sustituya, es convertido por José Luis Carrasco en una historia de
aceptación y de autoconocimiento. Y es que el narrador opta rápidamente por una
actitud estoica ante el hurto y decide dejar pasar el tiempo y dedicarse a
escribir sus pensamientos y reflexiones mientras llega la hora de reunirse con
el resto de su banda.
Durante el siguiente día
y medio, el protagonista recorre una y otra vez la ciudad en la que se aloja y
donde tendrá lugar el concierto, Avilés, realizando una especie de cartografía
(los nombres de las calles por las que pasa se van consignando en el libro) con
un doble objetivo: conocer mejor la localidad y, sobre todo, dejar de pensar en
su pérdida. El músico de jazz, ejecutor por naturaleza e improvisador por
vocación, se convierte así en todo lo contrario: un flanneur sereno que
acepta su destino y que elude tomar ninguna decisión para intentar cambiarlo.
Se suceden en las páginas de Ronda de solos las reflexiones del narrador, destiladas en ocasiones en frases sentenciosas cercanas al aforismo (“La música es la disciplina de los que se comunican en silencio”). José Luis Carrasco nos ofrece en estas páginas una prosa cargada de lirismo y de apuntes casi filosóficos en los que la trama ocupa un lugar secundario, salvo por los encuentros con Maruxa, la extravagante dueña de la fonda en la que se aloja, y con Deva, una camarera con la que intercambia canciones. Entre esos pensamientos del protagonista que son tan frecuentes en el libro destacan los relacionados con la música y, en concreto, con el jazz. Como profesional de este género, el narrador va desgranando referencias a músicos estadounidenses como Miles Davis, Sonny Rollins, Chet Baker o John Coltrane; mención aparte merece el homenaje que realiza al recientemente fallecido Pedro Iturralde, seguramente el saxofonista más importante de la historia del jazz en España.
El ritmo de la narración se vuelve a acelerar en el último capítulo del libro, que funciona como contrapunto del inicial como anuncia su título: “Reexposición del tema”. En él, el narrador se reencuentra en el local donde deben dar el concierto con sus compañeros de banda y solucionan de una manera imaginativa y festiva la ausencia de saxofón.
Reseña publicada en El Noroeste:
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