Las
voladoras, Mónica Ojeda, Páginas de Espuma, 2020, 125 págs.,
15€.
Con sus dos últimas
novelas publicadas en España, Nefando (2016) y Mandíbula (2018),
la ecuatoriana Mónica Ojeda se presentó como una de las autoras
latinoamericanas más interesantes de la actualidad. Con esta colección de
cuentos titulada Las voladoras (2020), Ojeda nos vuelve a presentar un
libro repleto de historias inquietantes pertenecientes, en su mayoría, al
género fantástico y la confirman como una narradora de primer nivel. Si bien el
libro no alcanza las cotas literarias de sus novelas, especialmente de la
sobresaliente Mandíbula, los lectores encontrarán un puñado de relatos
de gran interés y con esos ambientes entre lo sórdido y lo abyecto que tan bien
retrata la narradora ecuatoriana.
El volumen se inicia con
un breve texto titulado como el libro y escrito en una primera persona con ecos
de oralidad. Se trata de una especie de confesión de una chica o una niña que
habla de unos personajes sobrenaturales llamados “las voladoras”. Ya aparecen aquí dos de los elementos que
estructurarán el volumen: el lenguaje poético (el cuento nos deja frases que
más parecen versos, como “Dios es tan peligroso y profundo como un bosque” o
“el misterio es un rezo que se impone”) y el aire a leyenda andina. Estos
rasgos vuelven a aparecer en el segundo cuento, “Sangre coagulada”, donde, de
nuevo, una niña cuenta cómo se va a vivir con su abuela, una especie de
curandera que es considerada una bruja por sus vecinos. Ojeda aborda aquí desde
la perspectiva de la niña, como hizo en Nefando, el doloroso tema del
abuso a menores.
El componente fantástico
se impone definitivamente en “Cabeza voladora”, que parte de un suceso macabro:
una profesora universitaria ve como la cabeza de su joven vecina cae en su
jardín desde la casa en la que vivía con su padre. Este hecho será el comienzo
de una serie de acontecimientos sobrenaturales de los que la protagonista no
podrá escapar. El tema de las relaciones perturbadoras dentro de la familia que
era el punto de partida de “Cabeza voladora” protagoniza los dos siguientes
cuentos. En “Canino” una joven debe cuidar de su padre, enfermo y dependiente,
y manejar su extraña tendencia a comportarse como un perro. Por su parte, “Slasher”
nos relata la obsesión de una chica por amputar la lengua de su hermana
sordomuda e integrar la acción en la performance que ambas ejecutan sobre un
escenario. Esta extraña relación fraternal se transforma en “Terremoto” en
incestuosa, en un relato que de nuevo hace uso de la primera persona para crear
un texto muy poético y onírico.
El volumen se cierra con
otro acercamiento a las relaciones paterno-filiales más extrañas en “El mundo
de arriba y el de abajo”. El relato nos presenta a un padre que transporta el
cadáver de su hija hasta lo alto de un volcán en una peregrinación enloquecida
en la que busca devolverla a la vida. De nuevo encontramos un lenguaje de gran
lirismo y con abundantes términos relacionadas con lo telúrico.
Bastante diferente al
resto del volumen es el cuento titulado “Soroche”, el más realista del conjunto
y también uno de los más interesantes. Relata de manera polifónica un incidente
que viven cuatro amigas de clase alta que realizan una excursión para animar a
una de ellas, cuyo marido ha difundido un vídeo sexual en el que ella
participa. A pesar de que propone temas más cotidianos como la venganza, la
hipocresía social y los cánones estéticos que se les imponen a las mujeres,
vuelve a tener un final con elementos sobrenaturales.
Reseña publicada en El Noroeste:
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