Trazos en falso, Javier Tortosa, Boria, 2017, 190 págs., 14€.
Pocos libros de cuentos he leído en los últimos años con la unidad interna que posee este Trazos en falso de Javier Tortosa. Si bien es cierto que muchos volúmenes disponen relatos con similar tono, temática o, incluso, con argumentos similares, este segundo libro editado por el sello murciano Boria, tras la novela Bebop Café de Luis Sánchez Martín, posee una homogeneidad poco habitual en las colecciones de narraciones. Y es que en los diecisiete relatos que integran el libro se reiteran tres de los elementos fundamentales de todo texto narrativo: el tono, los personajes y el espacio.
El tono, ese elemento tan difícil de definir en una obra literaria pero tan importante para que el texto quede bien construido, coincide en la práctica totalidad de los cuentos de Trazos en falso. Nos encontramos ante un estilo seco, que gusta de las frases breves y cortantes, para transmitir una frialdad rayana a menudo en la desesperanza. Es el tono adecuado para esas historias de perdedores dignos que encontramos en el libro, de personajes que nos recuerdan, por su estoicismo ante la adversidad, a los de las películas de Clint Eastwood o a los de los cuentos de Raymond Carver, uno de los referentes más claros del estilo de Javier Tortosa. El único cuento que abandona en parte este tono es “Shakopee”, que imita con fidelidad la forma de expresarse del narrador: un niño de 6 años al que su abuelo lleva al hipódromo.
El espacio en el que se desarrollan la mayoría de los cuentos es otro elemento que coincide y que otorgan a Trazos en falso de esa homogeneidad a la que antes he aludido. Casi todos los relatos se desarrollan en Albert Lea, un pueblo del Medio Oeste americano que encarna todo lo que la Literatura, la Música y el Cine han mitificado de esta zona de Estados Unidos: la dureza de su clima, la inmensidad de su paisaje, los bares solitarios como islas en medio de la pradera. Albert Lea se configura como un agujero del que tratan de escapar, muchas veces en vano, sus habitantes y que atrapa a algunos forasteros desprevenidos, como Gerry Baker y su familia, protagonistas de “Cuento de navidad”.
En Albert Lea y en los cuentos de Trazos en falso son varios los personajes que luchan contra un destino en forma de botella de alcohol, soledad o simple mala suerte. Entre ellos destacan dos que aparecen en varios de los relatos: Austin y Harvey Townshend. El primero es el barman del pueblo, testigo tras la barra de la historia de un hombre que asegura haber actuado en el búnker de la Casa Blanca para la hija de Nixon, “El mundo a cámara lenta”, o de la confesión de un borracho rehabilitado que ha decidido huir de la ciudad, “Doscientos pavos”. Harvey es el protagonista o el testigo de varios de los cuentos del volumen; se trata de un idealista que sueña con vivir de la Literatura y que, tras estudiar en Boston, quiere conocer el país antes de volver a su Albert Lea natal.
El libro se completa con múltiples referencias musicales, cada cuento está precedido por unos versos de una canción, y literarias, Kerouac o Bukowski, que terminan de configurar ese homenaje a la América Profunda que es Trazos en falso.
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