Salvo el poder, Ernesto Escobar Ulloa, Comba, 2015,
107 págs., 11’90€.
La editorial barcelonesa Comba es uno de esos pequeños sellos que han
aparecido en los últimos años en España y que desde la juventud y el trabajo
bien hecho van creando un catálogo interesante. En estas mismas páginas ya
reseñamos dos de sus libros de cuentos anteriores: Convivir con el
genio de Juan Bautista Durán y el excepcional No aceptes
caramelos de extraños de la chilena Andrea Jeftanovic. En esta ocasión
comentaremos una colección de relatos del narrador peruano afincado en
Barcelona Ernesto Escobar Ulloa.
La mayoría de los once cuentos que se incluyen en Salvo el poder están
ubicados en el país de origen del autor. Son muchas las referencias a la
geografía y a la historia reciente del Perú, por lo que el lector español puede
tener algunas dificultades para reconocer a personajes o situaciones asociadas
al contexto político del país sudamericano en las últimas décadas. Por ejemplo,
el título del libro coincide con la letra de un himno del grupo terrorista
peruano Sendero Luminoso, cuyo líder protagoniza, además, el relato “La
insignia de Mao”. También será difícil para el lector que desconozca
la historia reciente de este país descubrir la identidad de ese presidente que
es ridiculizado por uno de sus asesores en “Combi asesina”.
Por todo ello, para el lector peninsular son más atractivos esos relatos en
los que no es necesario entender el contexto peruano para descodificar
completamente el texto. Entre ellos destaca el recurso narrativo sencillo pero
efectivo de “Juegos Olímpicos”, en el que el protagonista se encuentra bajo la
cama de su amante, escuchándola discutir con su marido, que acaba de irrumpir
en la habitación, sin saber si él conoce el adulterio ya que ambos hablan en
alemán. La vuelta a la adolescencia, de un protagonista del relato cuyos datos
biográficos coinciden con los del autor, aparece en varios cuentos como el que
acabamos de citar, “1986” y “Casas idénticas”.
Escobar se muestra como un autor con talento en la dosificación de la
tensión narrativa, opta a veces por relatos homogéneos y en otras ocasiones por
un fragmento sin cierre claro, y en la elección del estilo. En relación a
este aspecto destaca la configuración social del narrador de “Padres de la
patria” como un chico de una clase baja mediante el registro lingüístico que
emplea. También está llena de giros propios del dialecto peruano la narración
de “Crónica de un magnate”, que imita el estilo de la prensa rosa más popular.
Otro recurso que hace de Salvo el poder un libro atractivo
y heterogéneo es el juego con la Historia. Lo encontramos por primera vez en el
breve y un tanto desconcertante “Lejano abismo”, pero adquiere mayor entidad en
los dos últimos relatos del libro. En “Vesontio”, un jerarca nazi, el jefe de
las SS Heinrich Himmler, que intenta huir tras la guerra se encuentra con unos
personajes de la Roma Antigua. En “#BoLibia” el autor fabula con lo que hubiera
ocurrido si el Che no hubiera muerto abatido por el ejército boliviano y
hubiera conquistado con sus hombres el país. Escobar se aleja de la imagen
mitificada del guerrillero argentino y lo presenta como un dictador que
convierte a Bolivia en un remedo de Corea del Norte. Este relato es un ejemplo
más de esa variedad y agudeza que convierten el libro en una obra interesante.
Reseña publicada en El Noroeste:
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