El camino de Ida, Ricardo Piglia, Debolsillo, 2013, 238
págs., 10€.
Existe en la literatura norteamericana
una tradición de libros ambientados en la universidad. En nuestra lengua son
muchas menos las obras que integran este subgénero de novelas de campus, aunque
existen algunos ejemplos recientes como Un momento de descanso (2011)
de Antonio Orejudo o la obra que nos ocupa hoy: El camino de Ida del
argentino Ricardo Piglia. Ambos autores poseen experiencia como docentes
universitarios, precisamente en Estados Unidos, y han sabido seguir la estela
de narradores norteamericanos como Philip Roth, cuya novela La mancha
humana (2000) posee algunas semejanzas, más en el ambiente que en la
trama, con la de Piglia.
Este
contexto universitario es el escenario de la primera parte de la novela, que
cuenta la llegada de Emilio Renzi, un escritor argentino sumido en una crisis
existencial, a la selecta universidad estadounidense donde impartirá un curso
de literatura. Allí, inicia una relación amorosa con Ida Brown, seductora y
brillante profesora, que deberán mantener en secreto ante el resto de
compañeros y alumnos. Esta primera sección del libro se cierra con un incidente
en el que se ve implicada Ida y que se presenta envuelto en el misterio.
A partir
de ese momento, la novela vira y dejando atrás las referencias literarias y
universitarias, se va acercando a la novela policiaca para seguir la pista de
un solitario e intelectual terrorista cuya relación con Ida tratará de
descubrir Renzi. De nuevo se sitúa Piglia en esta parte del libro en unas
coordenadas que nos pueden recordar a otros autores norteamericanos
contemporáneos. En primer lugar, la importancia del ecologismo en una sociedad
tan industrializada como la yanqui ya aparecía en la última novela de Jonathan
Franzen, Libertad (2010). Por otro lado, ese terrorista salido
de la universidad y que en solitario y con una sólida base ideológica pone en
jaque a la sociedad, posee semejanzas con el protagonista de Leviatán (1992),
de Paul Auster.
Además
de estos referentes norteamericanos, Piglia también pone en juego otros
recursos que lo acercan a algunos de sus coetáneos hispanos, como el uso de la
meta y la autoficción. Renzi escribe en primera persona no sólo sus
indagaciones sobre Munk, el terrorista, y sobre Ida, que lo llevan a hacerse
pasar por un detective, sino que son también frecuentes las referencias a cómo
fue redactando el libro. En cuanto a la autoficción, esa técnica mediante la
cual se filtra parte la vida real del autor en la historia que él mismo
inventa, la observamos en el ya citado ambiente universitario de parte del
libro y que remite a la experiencia de Piglia como profesor en Princeton.
Además
de por estas razones de índole más teórica, el libro es atractivo al lector por
el tono ágil de su narración y por la estupenda construcción de los personajes.
Además de los tres principales, Renzi, Ida y Munk, destacan algunos de los
secundarios que poseen un peso menor en la trama pero a los que Piglia
convierte en caracteres muy interesantes. Entre ellos estarían la profesora
rusa vecina de Renzi, confidente y apoyo esencial para el narrador, el peculiar
detective privado y el jefe del departamento, un antiguo soldado obsesionado
con la obra de Melville.
El
camino de Ida demuestra la madurez de
Piglia como narrador y justifican la importante presencia de sus obras en el
canon actual de escritores en español.
Reseña publicada en El Noroeste.
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