Los maletines, Juan Carlos Méndez Guédez, Siruela, 2014, 386 págs., 20€.
Donizetti tiene una
esposa, una amante, una exmujer y el nombre del compositor equivocado. También
tiene dos niños que mantener y un sueldo exiguo en la agencia de noticias del gobierno
venezolano en la que trabaja. Y aunque Donizetti no es un valiente, la
necesidad le hace aceptar una misteriosa misión que sus superiores le proponen
y que consiste en llevar unos maletines a distintas ciudades de Europa a cambio
de una importante cantidad de dinero.
Este es el punto de
partida de la excelente novela de Juan Carlos Méndez Guédez titulada Los maletines y que nos cuenta lo que
puede llegar a hacer una persona más bien gris como Donizetti cuando se ve
abocada al abismo. Poco a poco el protagonista de la obra va descubriendo que
los maletines forman parte de una compleja trama que mezcla espionaje, política
y mucho dinero y cuyas ramificaciones ponen en peligro la vida de Donizetti y
de su familia. En su huída hacia delante, el gris funcionario que decide tornar
su mala suerte en fortuna estará acompañado por Manuel, un antiguo compañero de
instituto con el que se reencuentra en el momento adecuado.
Frente al narrador
omnisciente de la mayoría de los capítulos, otros están narrados en primera
persona por Manuel, que aporta una visión personal de los hechos en los que él
y su viejo colega de estudios se ven envueltos. Es éste un personaje con gran
profundidad y matices; Manuel es un antiguo locutor de radio que intenta
olvidar a su pareja, un hombre casado, y que muestra devoción hacia los
espíritus y hacia los boxeadores. Su odio hacia el gobierno, que cerró la
emisora en la que trabajaba, será el combustible perfecto para acompañar a
Donizetti en un plan para robar uno de
los maletines esquivando para ello a peligrosos militares de diversas
facciones.
Ambos personajes se
mueven en una Caracas marcada por la violencia y la corrupción. Los tiroteos
nocturnos, los secuestros exprés y los asesinatos indiscriminados acompañan la
vida de Manuel y Donizetti y les empujan a huir de esa violencia extrema que
convierten a Venezuela en un lugar donde “lo sospechoso (…) es estar vivo”
(pág. 320). Pero, a pesar de la abrumadora tensión y de la crueldad que se
esconde tras cada esquina, en Los
maletines se percibe si no un optimismo, cierta aceptación de esa
brutalidad que subyuga a cada habitante. Manuel llega a decir con esperanza que
en Caracas “la risa era indestructible” (pág. 294).
Otro tipo de violencia,
mucho menos evidente pero igual de nociva para los ciudadanos, es la que
provoca la corrupción dentro del gobierno venezolano. Méndez Guédez denuncia
los trapicheos de los militares, el asesinato de jueces y la manipulación
mediática, pero logra no caer nunca en el panfleto político, ya que no supedita
esa crítica a la trama, sino que integran a estos personajes corruptos en la
historia de Donizetti y Manuel. Además, Hugo Chávez, de quien se describe el
inicio de su enfermedad, aparece como un personaje lejano y en cuya honestidad
muchos aún confían, creyendo que no tolera la podredumbre de su gobierno, sino
que la desconoce.
Todas estas
piezas (violencia, corrupción, dos personajes desesperados) encajan
perfectamente en Los maletines y la
convierten en una novela a la que se le pueden encontrar muy pocos defectos. Reseña publicada en el diario El Noroeste.
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