Un hijo cualquiera, Eduardo Halfon, Libros del Asteroide, 2022, 140 págs., 15€.
Desde hace casi dos
décadas Eduardo Halfon viene publicando una serie de libros breves con unos
rasgos muy homogéneos tanto en la forma (narrador en primera persona que
podemos identificar con el autor, ironía) como en la temática (relaciones
familiares, judaísmo, el oficio de escritor). Esta manera de narrar episodios
que van de lo más dramático (como el paso de sus antepasados por campos de
concentración) hasta lo más divertido (especialmente relacionados estos con sus
torpes acercamientos al sexo contrario o con equívocos identitarios) lo han
situado como uno de los narradores más interesantes de la literatura
latinoamericana contemporánea. En este nuevo libro introduce un tema novedoso a
su mundo tan particular: la paternidad.
Y es que esta obra está
recorrida desde el principio hasta el final por la relación con su hijo, desde
el mismo momento de su nacimiento hasta que tiene unos tres años de edad. Un
hijo cualquiera se organiza en dieciocho fragmentos de distinta extensión
que se pueden leer como capítulos de una misma novela discontinua o como
relatos independientes con elementos coincidentes. En varios de estos textos el
autor nos va describiendo distintos episodios significativos de la crianza,
como son la imitación del niño al padre (en este caso en el gesto de leer un
libro), su educación musical o la difícil situación del confinamiento.
Acompañamos al narrador en estas escenas íntimas que transcurren en Iowa, París
o Berlín, sitios adonde la familia se va mudando, y que no son relatadas con
esa mezcla de humor ácido y ternura tan propia del escritor guatemalteco. La
temática paternofilial se completa en el libro con episodios en los que el
autor era el hijo, ofreciéndonos una perspectiva diferente, con un padre más
serio en situaciones más serias como el primer cigarrillo, el exilio familiar
(el que realizaron a Estados Unidos huyendo de la violencia de su país natal),
el servicio militar o la confesión por parte de su progenitor de que una vez
estuvo a punto de morir ahogado.
Junto a este asunto central en Un hijo cualquiera, Halfon vuelve a otros temas habituales en su obra narrativa, que algunos críticos han definido como una única novela escrita en episodios y a lo largo del tiempo, como son las relaciones con las mujeres, la vocación literaria o el judaísmo. El primero aparece con fragmentos de la adolescencia en los que se narran episodios iniciáticos como el primer beso. El judaísmo, fundamental en la obra de este escritor, posee aquí un peso menor que en obras anteriores, pero aparece inevitablemente cuando el hijo es circuncidado o cuando se mudan a Berlín, ciudad de terrible carga simbólica para cualquier judío. Más relevante es el tema de la literatura, en la que destaca el relato sobre cómo decidió abandonar su carrera de ingeniero, impuesta por su padre, y dedicarse en cuerpo y alma a la literatura, a la que llega de manera casual.
Además de en el tratamiento de estos temas, Halfon muestra una gran maestría en el manejo de una prosa en la que son frecuentes las paradojas con las que intrigar al lector. Por ejemplo, hablando del abuelo materno de su hijo se nos dice que “antes de ser padre él ya había sido padre” (97); o, para hablar de una obra literaria que “uno de los mejores libros que he leído es también uno de los peros” (121).
Reseña publicada en El Noroeste:
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