Fantasmas de la ciudad, Aitor Romero Ortega, Candaya, 2018, 238 págs.,
16€.
La narrativa
española contemporánea es, salvo excepciones como, por ejemplo, El dolor de
los demás (2018) de Miguel Ángel Hernández o Intemperie (2013) de
Jesús Carrasco, eminentemente urbana. El porcentaje de población que habita en
las grandes aglomeraciones hace tiempo que superó al de los pueblos, pero,
además, en ellas se ubican los grandes centros de poder, incluidos los
culturales, por lo que funcionan como polo de atracción para artistas de toda
índole. Fantasmas de la ciudad, el primer libro de relatos de Aitor
Romero, participa de esta tendencia general a utilizar espacios urbanos, el título
ya nos da una pista, y ofrece ocho variantes de la relación que establece el
hombre moderno con la metrópoli.
El primer
cuento se aleja del tono del resto del libro ya que no ofrece un relato de
ficción propiamente dicho, sino un texto de cariz histórico que repasa la vida
de León Trotski y su paso por España en general y Barcelona en particular. Al
igual que han hecho en épocas recientes autores como David Torres en Palos
de ciego (2017) o Alicia Kopf en Hermano de hielo (2016), Romero
entrevera episodios históricos con su propia experiencia. “El aeropuerto del
sur” me parece el menos inspirado de un conjunto muy notable; aunque la
elección del aeródromo, el “no lugar” por excelencia de nuestra sociedad, es
original para este remedo de “La autopista del sur”, tanto el título como la
cita inicial adelantan al lector que el relato seguirá unos derroteros
similares al texto de Cortázar.
En “Naima” las
ciudades se convierten en sitios de paso que apenas dejan huella en la
enigmática protagonista, que se establece sucesivamente en París, Barcelona,
Madrid y Buenos Aires sin encontrar nunca su sitio ni poder escapar de la
canción de Coltrane que tanto gusta a su padre y que le dio nombre. “Hotel
Torino” nos propone una forma de viajar diferente a la habitual: el
protagonista vuelve a Roma para tratar de revivir un iniciático periplo de
juventud y como homenaje tanto a su progenitor como al escritor Cesare Pavese. Un
viaje a Nashville, una ciudad que obsesiona al narrador por un disco de Bob
Dylan, es el punto de partida de la primera parte de “Spaguetti Western”; el
texto se completa con una coda donde se narra el contexto de creación del
relato en Grenoble. En “Puentes de Bosnia” las ciudades balcánicas heridas aún
por la guerra sirven como metáfora para los dos amantes que las recorren y que
también han sufrido la metralla de un divorcio y de la muerte de una hermana.
Barcelona, ciudad
natal del escritor, es el escenario de los dos relatos restantes: “La colmena”,
que narra la historia de Kubalita, un héroe de barrio que desentona con la urbe
cosmopolita que ahora es la capital catalana, y “Fantasmas de la ciudad”, en la
que la falta de inspiración de un autor de éxito le lleva a reencontrarse con
su ciudad. Paradójicamente este relato termina con el escritor teniendo que
huir a un pequeño pueblo de la costa para poder escribir desde allí su novela
sobre sus años de juventud en la urbe. Romero parece decirnos que la atracción
que sufren los personajes de sus estupendos relatos por las ciudades apenas les
deja otra posibilidad que vivirlas con pasión.
Reseña publicada en El Noroeste:
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