Cuentos grises, Hugo Argüelles, Boria, 2017, 90 págs., 12€.
En una época como la nuestra en la que son tan consumidos los libros de autoayuda, en los que se muestra la cara más amable de la vida, sorprende encontrar un conjunto de relatos como estos caracterizados por la amargura y el desconsuelo de sus protagonistas. Y es que, tal y como anuncia el título, la mayoría de personajes que pululan por los Cuentos grises de Hugo Argüelles tienen una existencia que hace juego con este color. Nos encontramos con personas amargadas, que no encuentran su lugar en el mundo o que, directamente, rechazan buscarlo; son antihéroes que se dejan caer por la ladera del fracaso mientras observan a los triunfadores con ironía y desprecio.
Dentro de este tono general encontramos, como en todo libro de relatos, diferentes variantes, distintas gamas de ese gris que los libros de autoayuda nos niegan y que este crudo libro nos muestra a veces con delectación. Se trata de un volumen irregular, hallamos narraciones de diversa calidad tal y como enseguida analizaremos, pero con los suficientes elementos de interés como para que merezca la pena acercarse a este breve catálogo de agobios y desencantos.
La elección de “La plaza” como primer relato del libro es un gran acierto, ya que este breve texto de un par de páginas se puede entender como un pórtico, como el comienzo de una historia que finalmente no se narra. Aun así, se trata de un retrato interesante del final de una etapa en la vida de los protagonistas. En el siguiente relato, “Crazy”, ya encontramos a ese tipo de personaje solitario que tan frecuente es en el volumen; se trata de un joven al que acompañamos en su deambular vital desde que llega a una nueva ciudad: Cartagena. El texto acaba siendo un mero resumen de la vida de este personaje y no se profundiza en ninguno de los acontecimientos interesantes que parecen ocurrirle, como la relación con la prostituta que apenas se apunta.
A continuación encontramos dos de los mejores relatos del conjunto. En “El viajero experto recorre la Provenza” se muestra con sarcasmo el envés de las habituales crónicas viajeras a través de la realizada por un misántropo periodista que describe su solitario recorrido por el sur de Francia. “Sólo leen novelas” posee una trama interesante y unos personajes bien trazados: una pareja vive aparentemente feliz con su aislamiento de la sociedad hasta que el marido comienza a cambiar sus rutinas.
Por el contrario, “Radio song” y “Juande” no consiguen ofrecer un relato de interés para el lector; ambos están protagonizados por sendos poetas, muy diferentes entre sí, pero no son más que fragmentos, inconexo incluso el segundo, que no están a la altura del resto del volumen. Continúa el libro con “Cul de sac”, un interesante relato autobiográfico de la estancia de un solitario joven en Dublín, y con “Neutralidad benevolente”, un breve texto impresionista con una prosa diferente al resto.
El penúltimo relato, “La maestra desde la ventana” tiene un planteamiento muy interesante, un escritor inédito obsesionado con un autor de éxito que vive enfrente (y en el que es fácil reconocer a un narrador murciano real), pero la trama acaba diluyéndose. El libro termina con “Smart TV”, un relato sobre la influencia que tendrá la compra de un moderno televisor en una familia.
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