Ya no estaremos aquí, Matías Candeira, Salto de Página, 2017, 140 págs., 15€.
He de reconocer que no soy un gran aficionado a la ciencia ficción. Salvo casos puntuales, no consigo disfrutar con esos relatos de futuros lejanos o de galaxias ignotas en el que muchos de ellos se desarrollan. Seguramente sea culpa mía por no desprenderme de los prejuicios y disfrutar con el género, pero sigo encontrando en sus páginas demasiada artificiosidad como para que sus historias me lleguen. Por eso, desconfiaba un poco cuando observé que al nuevo libro de Matías Candeira, uno de los nombres con una trayectoria más sólida de entre los narradores españoles más jóvenes, se le adjudicaba la etiqueta de ciencia ficción. Sin embargo, la lectura del libro alejó muy pronto estas dudas y he disfrutado con una colección de cuentos desasosegantes y notables.
Siendo un poco puntilloso con el subgénero, creo que Ya no estaremos aquí se acerca más a lo fantástico que a la ciencia ficción, al menos en el sentido tradicional del término. Y es que en la mayoría de los relatos del volumen se produce la irrupción de elementos sobrenaturales en una serie de espacios y situaciones propias de una sociedad que se parece mucho a la nuestra. Es en esos intersticios que la sólida y segura realidad cotidiana posee por donde aparecen esas situaciones que perturban a los protagonistas de los relatos, recordando al lector que el mundo puede ser un espacio muy hostil.
Logra esta inquietud en el receptor por el realismo de las situaciones de partida en las que irrumpen los hechos siniestros. La mayoría de los relatos están protagonizados por personas que tienen entre sí una relación muy cercana; encontramos a vecinos que comparten urbanización, a un perro y a su dueña, a un profesor y sus alumnos, a un matrimonio o a un padre y a un hijo. Varios de ellos se desarrollan en espacios domésticos; lugares que resisten la decadencia exterior de paisajes desolados o postapocalípticos, pero en los que también acaba colándose la violencia y la muerte.
Candeira nos muestra que ni siquiera podemos fiarnos del lenguaje y que los significados de las palabras pueden cambiar mientras el mundo que designa se desmorona. Así queda patente en “Bosques tranquilos”, uno de los mejores relatos del conjunto, donde los supervivientes de una tragedia innombrada se atrincheran dentro una urbanización de lujo mientras que los desharrapados sobreviven fuera y modifican la forma de pronunciar las palabras.
Cabe destacar también la importancia que poseen los animales en varios de los relatos. En ocasiones son actantes secundarios, como los gatos que protege el chaval de “Bosques tranquilos” o el pescado que desmenuza la pareja de “El interior de un ojo”, pero en otros dos adquieren gran protagonismo. En “Detrás de la tormenta” un gángster está convencido de que el pato que ha aterrizado en su barca es un emisario de sus enemigos, mientras que en “Lar” el protagonista es un perro que debe luchar contra el innombrado y malvado ser que lo ha poseído. También hallamos el tradicional recurso de la animalización de personas convertidas en monstruos, “Hija pródiga”.
Estamos, en definitiva, ante un conjunto de relatos de corte fantástico y que, salvo un caso concreto de relato un tanto discordante (“La instalación”, con un tono irónico que no termina de encajar), mantienen un nivel muy alto y el interés del lector.
Reseña publicada en El Noroeste.
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