Los siete años de abundancia,
Etgar Keret, Siruela, 2014, 157 págs., 16€.
Hay algunos países que están marcados
para todos nosotros con unas connotaciones muy negativas. Por ejemplo, Israel y
Palestina nos remiten irremediablemente a pensar en guerras, atentados y
muertes. Sin embargo, a veces los periodistas nos muestran un pedazo de la vida
cotidiana en esta zona del mundo y nos sorprende que sus habitantes tengan una
vida parecida a la nuestra. Los jóvenes israelíes aparecen ante la cámara
despreocupados en las playas de Tel Aviv y las mujeres palestinas pasean por un
mercadillo en busca de la mejor ganga. Esta extraña pero lógica cotidianidad en
un conflicto tan largo es la que aparece en el último libro de Etgar Keret
publicado en España: Los siete años de
abundancia.
Keret es seguramente el escritor
actual en lengua hebrea más conocido en todo el mundo. Sus obras han sido
traducidas a numerosos idiomas y su importancia dentro de la Literatura
contemporánea está fuera de toda duda, como muestran el éxito de sus libros y
las invitaciones a hablar sobre su obra que recibe de medio mundo. Pero Keret
es, junto a todo ello, un israelí que vive en Tel Aviv con su familia y que
tiene que lidiar, como todos sus compatriotas, con los ataques terroristas, con
las atrocidades de su ejército en Palestina y con el rechazo de gran parte de
la comunidad internacional, especialmente de los países musulmanes. Esta tensa
situación está presente en Los siete años
de abundancia, pero, acertadamente, no lo protagonizan. Las alertas por los
lanzamientos de cohetes, el odio hacia la política exterior israelí y el
antisemitismo son tratados por el autor con bastante distancia y, a veces,
incluso utilizando el humor negro. Porque lo que narra Keret en los fragmentos
que componen su obra es algo mucho más importante: los avatares que sufre su existencia
durante los siete primeros años de vida de su hijo Lev.
La familia es el tema principal de los
treinta y cinco textos breves, que se mueven entre el artículo y el relato
autobiográfico, que componen el libro. Además de la peculiar y divertida
educación del primogénito, aparecen las relaciones del narrador con su mujer,
sus padres, sus amigos y sus vecinos. En todos ellos se ven las peculiaridades
de la vida israelí, especialmente en el fragmento dedicado a su hermana, que
comienza con esta impactante frase: “Hace diecinueve años, en un pequeño salón
de bodas en Bnei Brak, mi hermana mayor murió y ahora vive en el barrio más
ortodoxo de Jerusalén” (pág. 81). A continuación se nos cuenta su
transformación de una chica normal despreocupada a una madre de familia
numerosa que vive según la interpretación más estricta de la religión judía. El
contraste con la vida de su hermano Etgar, un escritor y profesor cosmopolita
que ni siquiera se ha casado oficialmente, protagonizan uno de los fragmentos
más originales e interesantes del libro.
Posee este escritor israelí una gran
habilidad a la hora de narrar anécdotas familiares, historias de su juventud o
malentendidos en sus habituales viajes al extranjero para participar en
encuentros literarios. En todas estas narraciones hace un gran manejo de la
ironía, que le permite tratar con humor las situaciones más graves, como cuando
tiene que proteger a su hijo de un posible bombardeo, y con seriedad las
situaciones hilarantes que vive.
(Reseña publicada en El Noroeste el 4 de septiembre de 2014)
(Reseña publicada en El Noroeste el 4 de septiembre de 2014)
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