Donde dejé mi alma, Jérôme Ferrari, Demipage, 2010, 160 págs. 18€.
Escribir una novela sobre los sentimientos más profundos del ser humano es una tarea ardua y que, a menudo, acaba en el fracaso. O bien el resultado termina estando muy alejado del propósito inicial o bien se provoca el aburrimiento del lector ante la inacción de unos personajes “demasiado” profundos. Jérôme Ferrari ha sido capaz en Donde dejé mi alma de evitar ambos problemas y nos ofrece una historia sobre lo insondable del ser humano sin caer en la excesiva perífrasis.
La historia que esta novela narra es la de dos perspectivas opuestas sobre la lealtad y la justicia. Por un lado estamos ante el idealista y altivo capitán Degorce, un militar francés que, tras pasar por dos campos de concentración en Alemania y Vietnam, dirige los interrogatorios a los rebeldes en la Argelia de los años cincuenta. Su antagonista es el teniente Andreani, que se siente traicionado por Degorce, al que idealizó, por el desprecio que siente hacia su odio hacia el enemigo. Este enemigo está representado por Tahar, un comandante (para Degorce) o un terrorista (para Andreani) del Ejército de Liberación Nacional argelino. Cuando Tahar es apresado, Degorce muestra simpatía por el terrorista ya que, al igual que él cuando entró en la Resistencia francesa contra los nazis, lucha por sus ideales. El capitán Degorce, sin embargo, no puede escapar a su deber y acaba entregando a Tahar a los hombres del frío Andreani, en cuyas mazmorras morirá.
El personaje de Tahar, que tiene una presencia secundaria en el libro, provoca que tanto Degorce como Andreani se cuestionen sus ideas y su pasado en el ejército. El capitán, alejado de su familia y harto de una lucha en la que no cree, sueña con la futura reconciliación con Tahar; cuando se da cuenta de que esto es imposible, se convierte en el más brutal de los interrogadores. Adreani, por su parte, reconoce su cariño hacia la figura altiva de su capitán, y que, gracias a la lealtad, mantiene pese al desprecio de Degorce.
Estos sentimientos de los dos protagonistas, contrarios aparentemente pero cercanos en su espíritu, se nos presentan directamente mediante sus voces. Además del narrador omnisciente, Andreani y Degorce son los dos relatores de la novela y nos presentan las dos perspectivas distintas tanto en el tono como en la forma. Mientras que la lealtad marca los largos fragmentos en los que Andreani narra los hechos, tanto los ocurridos en Vietnam y en Argelia como los posteriores en Francia, la culpa es el leit motiv de las palabras de Degource, cuyas breves frases se intercalan en el relato del narrador omnisciente.
Ambos militares protagonizan esta estupenda novela en la que no hay buenos y sí un único malo: el ser humano y sus estúpidas guerras.
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